Ayer fui a hacer la revisión médica y el test de aptitud para renovar el carnet de conducir. Lo tenía caducado desde 2018. No lo había renovado por pereza, aburrimiento, prepotencia, provocación, caos, despreocupación, pasotismo, y, sobre todo, miedo.
Me había auto convencido de que ya nunca volvería a tener un carnet de conducir vigente, de que aquella situación era definitiva e irreversible.