También Esto de Milena Busquets

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Tus nuevos maestros de vida: los hijos, los animales de compañía y el tiesto de albahaca y de perejil moribundos que tienes en el alféizar de la ventana.

Tus nuevos maestros de vida: los hijos, los animales de compañía y el tiesto de albahaca y de perejil moribundos que tienes en el alféizar de la ventana.

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Milena Busquets
ene 18, 2025
∙ De pago
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Tus nuevos maestros de vida: los hijos, los animales de compañía y el tiesto de albahaca y de perejil moribundos que tienes en el alféizar de la ventana.
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El otro día estábamos en el museo de arte moderno de Munich cuando de pronto nos encontramos los tres (mis dos hijos y yo) delante de este cuadro. Es la familia del pintor Franz von Lenbach retratada por él mismo en 1903. Tras unos segundos de silencio y de perplejidad, nos miramos de reojo, sonreímos y Héctor y Noé dijeron a la vez: “Somos nosotros. Es nuestra familia”. Y nos echamos a reír. “Una familia de psicópatas y de energúmenos. Ya.”

Al cabo de unos días, el padre de Héctor, revisando negativos antiguos, encontró una foto vieja de los tres que no habíamos visto. Héctor es un bebé recién nacido (creo que fue su primera ida a Cadaqués), Noé tiene ocho años y yo 35.

Al verla, Héctor dijo: “Tiene algo del retrato de Munich.” Y yo pensé: “Lo que tiene es que tu padre es un gran fotógrafo, incluso en sus negativos desechados, y que el retrato de Lenbach también es muy bueno.”

Por eso he puesto los dos. No estoy muy segura de lo que tienen que ver con el texto de hoy… También he puesto la foto de mi crema favorita para las uñas porque os la recomiendo (“crème abricot” de Dior, es un clásico, casi como ir a hacerse la manicura), pero igual tampoco tiene mucha relación con lo de hoy, no sé…

Ya os conté que llevo casi un mes semi enferma con una especie de bronquitis (Dios me libre de ir al médico), bebiendo jarabe para la tos a morro y corrigiendo un libro nuevo que entrego el lunes (y para el que ya tengo título, pero no sé si puedo decirlo, creo que no, se le voy a preguntar a mi editora…) (¡Cuántos puntos suspensivos estoy poniendo hoy, madre mía! Yo que los odio… Eso demuestra que estoy muy enferma…) y ya no sé muy bien lo qué digo ni lo que hago, pero seguro que hay una lección encerrada en esas dos fotografías de familia tan bonitas y extrañas y en el bote de crema para las uñas.

Hoy en día cualquier cosa encierra una lección. Antes había que leer a Camus o a Dostoïevski, a alguien más inteligente que tú y que hubiese vivido más, pero eso era antes, ahora ya no es necesario. Ahora solo con mirar a tus hijos semi iletrados, a tus pobres animales de compañía o al perejil moribundo que tienes en el alféizar de la ventana ya puedes adquirir toda la sabiduría que necesitas. (Y si no, te metes en Instagram donde todos damos consejos alegremente y le decimos a la gente lo que tiene que hacer y cómo vivir como si no hubiese un mañana).

En primer lugar están las que te echan unos rollos increíbles sobre la maternidad al cabo de cinco minutos de ser madres: ser madre es maravilloso, no sabía lo que era la vida antes, yo era un ser egoísta y empecinado y ahora estoy más iluminada que Buda. Ya, bueno… Espera a que cumplan quince años (y se empiecen a drogar -mal- o lleguen a casa diciendo que se han hecho vegetarianos, ¡o peor, crudívoros!, o te informen de que van a dejar los estudios para dedicarse al backgammon profesional online) para ver cuánta iluminación te queda.

El problema es que están confundiendo la silueta abombada del bebé, la tripita, los brazos regordetes y la cara redonda, con los de Buda, pero te aseguro que no son lo mismo. Y si alguien necesita un maestro son ellos, no tú. (Pasados los 25 años, si eres un adulto más o menos bien ajustado a la realidad, no deberías ya necesitar maestros, con un buen psiquiatra y la iglesia católica debería ser suficiente).

En segundo lugar están los que te dicen muy en serio mirándote a los ojos que su perro o su gato son sus maestros de vida.

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