Me gusta comprar tonterías. Eso es lo primero. No tonterías feas e inútiles. Tonterías bonitas y que sirvan (al menos vagamente) para algo. Esta mañana, entre mis libros, he encontrado un globo terráqueo de papel troquelado que creo que compramos en el “Bon Marché” de París hace mil años.
¿Qué debí pensar para comprar una tontada así? Pues debí pensar: “¡Ah! ¡Mira! ¡Un globo terráqueo de papel para montar! ¡Qué buena idea! Yo que soy tan mala en geografía, esto me irá muy muy bien. Primero lo tendré que montar, lo cual me ayudará a mejorar mis habilidades manuales, que tampoco son nada del otro mundo, y luego lo pondré encima de mi mesa, al lado del ordenador y en los ratos de descanso o de aburrimiento, iré repasando los países”.
Y hoy, al reencontrarlo, me he puesto muy contenta. Y ya tengo plan para esta tarde.