El martes presenté “La dulce existencia” junto a Rigoberta Bandini. Antes de la presentación, quedamos en una coctelería. No nos habíamos visto nunca. Lo primero que dijimos al vernos, las dos a la vez, fue:
-Estoy muy nerviosa.
-Estoy muy nerviosa.
Y nos echamos a reír.
-Pero, ¿cómo vas a estar tú nerviosa? -le dije yo.
-Pero, ¿cómo vas a estar nerviosa tú? -me dijo ella.
La verdad es que las dos estábamos un poco fuera de nuestra zona de confort (y eso que en ambos casos nuestra zona de confort es bastante amplia). No sabía quién quería que me presentase el libro, pero sabía que quería pasarlo bien (que es algo que siempre sé, aunque a veces me salga mal, a veces con todo a favor para que me salga bien…) Después de barajar unos cuantos nombres de periodistas y de escritores amigos, me detuve un momento (que es algo que me cuesta mucho hacer porque siempre le doy mil vueltas a todo, a pesar de ser consciente de que pensar entra dentro de la categoría de cosas necesarias pero negativas si practicadas en exceso, como comer) y me pregunté: “A ver, ¿quién me haría realmente una ilusión loca que me presentase el libro?”