Durante años pensé que la frase más útil del mundo era “También esto pasará”. Ya no. Ahora creo que la frase más útil del mundo es: “¿Pero este tío de qué va?”
La había olvidado. Había olvidado esa expresión del mismo modo que olvidamos que tenemos cierto jersey maravilloso en el armario o que de pronto, sin darnos cuenta, arrinconamos unos zapatos de tacón que nos encantaban. El problema es que cuando abandonas una frase, abandonas también una actitud, una manera de ser, una forma de ver el mundo. Entiendo muy bien la reticencia de ciertos adultos -hombres sobre todo- a dejar de llamar “tío” a sus amigos y me hacen sonreír las mujeres que fueron jóvenes en los 70 y que como señal de rebelión, de independencia y de modernidad siguen utilizando palabrotas.