Cuando conocí al padre de mi segundo hijo, hace ciento cincuenta años, los dos teníamos pareja. Tardamos cinco minutos en acostarnos y seis años en estar juntos. Visto todo lo que sucedió después, no creo que aquellos cinco primeros minutos fuesen un error, pero los pagamos caros, los dos acabamos separándonos (no para estar juntos, no nos volvimos a ver en cinco años) y nuestra vida (y no solo la nuestra, la de otras personas también) voló por los aires. Da igual lo que construyas o lo que intentes construir, da igual cómo lo protejas, un día, sin previo aviso, todo vuela por los aires.
© 2025 Milena Busquets Tusquets
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