Las gafas de sol

Perdí mis últimas gafas de sol este verano en una isla. He perdido innumerables gafas de sol, innumerables paraguas (objeto, según mi opinión, muy incómodo e irritante, pero todavía lo es más la gente que cuando le comentas de pasada y sin ninguna intención que no te gusta la lluvia, te mira con cara de reproche -la peor cara que se puede poner entre dos adultos en este mundo, la más inútil, nunca sirve absolutamente para nada, solo para martirizar al otro- y te dice: “Milena, piensa que tiene que llover, es muy importante, los embalses están vacíos.” Por muy lista que seas, siempre da un poquitín de rabia que te tomen por imbécil), innumerables llaves de casa (casi siempre cuando mi casa y mi vida se habían convertido en jaulas insoportables de las que no sabía cómo salir. No soy nada esotérica, pero creo que la mayoría de las cosas que perdemos las perdemos a propósito, y que nunca perdemos nada realmente importante) y algunas joyas.