Ayer acabaron los colegios, Héctor cumplió 18 años y dio comienzo el verano, mi estación favorita. Ya sé que para casi todo el mundo el verano empieza el 21 de junio, pero para mí empieza un día antes. El verano, una vida y la vida en general, como cuando nació Noé, mi otro hijo, en lo más crudo del crudo invierno.
Durante años pensé que el año empezaba en enero (pero en enero nunca empieza nada), después decidí que en realidad empezaba en septiembre (pero en septiembre solo empiezan cosas aburridas) y finalmente me he dado cuenta de que el año empieza ahora, en verano.
Estas son veinte cosas indispensables (bueno, caprichos en realidad, pero caprichos buenos) para el verano.
1. Comprar un perfume de verano. Hace un par de meses, un amigo de mi hijo le regaló un perfume. Me pareció bueno e interesante, pero no me volvió loca (los perfumes, como los hombres, deben volverte loca, si no no valen la pena). Sin embargo, lo volví a oler sobre su piel hace unos días, con un calor apabullante, las Birkenstock, las bermudas, una camiseta vieja de C. Tangana, uno de mis vestidos abotonados más viejos aun, el sudor en la nuca, los ojos deslumbrados, la alegría de estar cerca de unos días de festejos y celebraciones, y me pareció la colonia más buena del mundo, la más fresca, suave y jugosa, la más chispeante e hipnótica. Se llama “Arancia Rossa”, es de Laboratorio Olfattivo, el creador es el mítico Jean-Claude Ellena. Huele a naranja, pero a una naranja excitante, huele a todo lo que deseamos en verano, es refrescante como un baño en el mar, pero no es sosa o aburrida, no huele a limpio, es compleja, profunda y un poco picante. Maravillosa. Ya se la he copiado, claro.