Hace mucho tiempo que no tengo una cita verdadera. Lo sé porque cuando tengo una cita verdadera pienso en lo que voy a ponerme con antelación y nervios, hago probaturas, cambio de opinión y a veces incluso me compro algo nuevo.
La única concesión que he hecho por los hombres con los que he quedado últimamente ha sido la de cambiarme las Birkenstock Boston con las que paseo a la perrita (y que son bastante feas, la verdad, hasta mi hijo mayor, que es un santo y que nunca juzga a nadie por su apariencia, me lo ha dicho) por unas Vans negras (que no son ni feas ni bonitas).