El otro día, vi que un hombre me miraba las manos con insistencia e inmediatamente pensé que me tenía que pintar las uñas. En el peor de los casos, los hombres dan ideas, lo cual ya es mucho. Normalmente llevo brillo, el “nail glow” de Dior, que tira a rosa más que a beige o a transparente, como las mayoría de los otros brillos de uñas que he probado. Cuando he intentado cambiar, presionada por algún dependiente solícito, siempre me he arrepentido, el nail glow es el único brillo que me gusta.
Cuando vi a aquel hombre mirar mis manos mientras acariciaba a Kate, mi perrita, primero pensé en una escena parecida que había sucedido treinta años antes, en un banco de una playa de Cadaqués.