Una de las pocas cosas buenas que han sucedido en el siglo XXI es que prácticamente ha desaparecido el color carne. En mi juventud, cuando ibas a comprar ropa interior siempre había la opción del color carne. Me horripilaba, claro.
Primero porque pensaba que solo las vacas tenían carne. Yo, no. Yo tenía piel. La carne se come, la piel se acaricia.